Blog 3 - Memoria y comunicación en contextos de conflicto: viaje al sur del Tolima

Resumen 

La investigación reflexiona sobre el pasado y presente del conflicto en la memoria de las comunidades campesinas e indígenas del sur del Tolima, y en torno al papel que cumple la comunicación en los procesos de fortalecimiento social y la superación de la guerra. La investigación abordó la siguiente pregunta:  ¿Cómo mejorar los tejidos de comunicación rotos por la guerra en una comunidad que transformó sus prácticas culturales y tiene problemas para transmitir la memoria y convivir en un territorio que aún no sana las cicatrices de la guerra?

Investigar la memoria para fortalecer la comunicación  

Según Erich Hallbawchs, Jan y Aleyda Assman, Wulf Kansteiner o Pierre Nohra, debemos analizar conceptos como memoria social, memoria colectiva, memoria cultural, memoria comunicativa o lugares de la memoria. Estos conceptos permiten pensar el papel de la comunicación como un asunto más denso que el de transmisión de información a través de medios, que se vuelve un componente fundamental en la transmisión de la memoria.

Maurice Hallbawchs plantea que la memoria es un proceso social y compartido que se diferencia de la historia. En ese proceso social se adelanta la reconstrucción del pasado experimentado por un determinado grupo, comunidad o sociedad. En tal sentido, la idea de una memoria histórica sería casi una contradicción, en la medida en que la memoria es particular y profundamente apropiada, la historia es general y significativa sólo para los grupos de interés para quienes resulta necesaria, importante o funcional. Así, la historia clasifica y divide los hechos en periodos, tratando de esquematizar el pasado; por tanto, se sitúa fuera de los grupos y por encima de ellos. Este autor aporta el concepto de memoria cultural, que según él, está incorporada a las prácticas rituales, tales como fiestas, ceremonias, ritos. También se manifiesta en la monumentalidad y la conmemoración.

Para Hallbawchs: la memoria es social, la rememoración se da en procesos de interacción, que él denomina “marcos sociales de la memoria”. Entre ellos, la familia, la comunidad escolar, la profesión. Esto es, “los individuos recuerdan o recrean el pasado en el marco grupal específico y el olvido no se da si no como consecuencia del debilitamiento del marco por la desaparición del contexto vivido socialmente”, como lo aporta Alejandro Baer.

Tanto para Hallbawch como para Kansteiner, el papel de la comunicación en la memoria es fundamental. En el primer caso, la memoria comunicativa surge de la interacción social de los seres humanos, de la transmisión de relatos del pasado a través de medios. Así, es la comunicación la que forja los lazos sociales y por lo tanto la que determina la estructura de la memoria, los sentidos y los significados que se le van a dar a los recuerdos. En el segundo caso, las memorias colectivas son producto de tradiciones intelectuales y culturales que enmarcan las representaciones del pasado; son producto de las creaciones de memoria que obedecen a intereses grupales. Estas tradiciones circulan a través de productores de la memoria, que la difunden a unos consumidores de la misma, en determinado grupo social. Quienes la consumen, la usan, ignoran o transforman de acuerdo con sus intereses particulares. Así, debería ser fundamental, para estudiar la memoria, dedicar un análisis detallado a sus procesos de producción, circulación y consumo.

Jan Assman recupera la idea de memoria colectiva en Hallbawchs, pero aclara que hay dos temporalidades para entenderla, sobre todo en culturas orales (como es el caso de la indígena y campesina que estudiamos). Así, habría una temporalidad que genera un tipo de pasado más cercana al presente, que aún está en la memoria de los habitantes (y que configura un tipo de memoria que es la comunicativa y en realidad, una memoria que es compartida hasta por tres generaciones de una comunidad: la memoria colectiva) y otro tipo de pasado que es mítico, totémico (reconocido por Jan Assman como memoria cultural).

“La memoria cultural, por otro lado, sería la comunicación organizada y ceremonializada sobre el pasado, la fijación duradera de los contenidos a través de la forja cultural. Esta memoria supone un conocimiento compartido del pasado sobre el cual un grupo se crea una imagen de sí mismo y toma conciencia de su unidad o especificidad” (traducción del alemán de Alejandro Baer a los planteamientos de Hallbawchs).

 Con el contexto de este debate, y a partir de los investigadores Torres y Pachón (2003), reconocemos las memorias como: “construcciones consensuales / conflictivas de versiones sobre el pasado de un grupo social, realizadas por medio de tejidos comunicativos, con el fin de proponer o renovar comprensiones sobre sus procesos y, por tanto, actuar sobre el presente y futuro de acuerdo con las nociones que sobre estos tiempos existan en sus culturas”.

 Así, estudiar las memorias de las comunidades del sur del Tolima, aporta a la comprensión de los procesos sociales y comunicativos vividos por la comunidad, inmersa dinámicas del conflicto desde los años cincuenta del siglo XX.

 El caso de la comunidad Nasa de Gaitania y el conflicto con los campesinos

La comunidad Nasa de Gaitania está asentada en 7 veredas, con una extensión aproximada de 11 mil 200 hectáreas, y un número de habitantes cercano a las 2 mil personas agrupadas en 700 familias (cifras redondeadas, con información recogida en campo, a partir del censo indígena del 2012). Dicho territorio está localizado en el flanco oriental de la Cordillera Central, que pertenece al Macizo Colombiano, en zona amortiguadora del Parque Nacional Natural Nevado del Huila.

La memoria de la guerra en el recorrido a este territorio empieza a emerger cuando la mirada atenta ve los palimpsestos de viejos grafitis de carretera que celebran la llegada de “los héroes del valle” o de las autodefensas unidas de Colombia, AUC. Las mismas que desocupaban de viajeros los mixtos que se adentraban o salían de Planadas, en un macabro ejercicio del azar, que se combinaba con homicidios a orilla de carretera para enviar un mensaje de terror y grito de guerra a las guerrillas históricamente asentadas en la zona: “vinimos para quedarnos”.

Cuántos se quedaron? Qué memoria hay de esas incursiones y las más antiguas, aquellas que se remontan a las épocas en que en Planadas se instala un penal y crece la población de colonos que vienen primero a recolectar café, a tumbar montaña, a hacerse a un pedazo de chagra?

Para llegar a la vereda Aguablanca, en el resguardo indígena, hay que pasar frente a Marquetalia. En primer lugar, el recorrido se hace en willys, por territorio campesino. Se parte de “la isla”, cruce de caminos a orillas del río Atá y enfrente de la vereda La Palmera, sede actual del cabildo, lugar de la vida política de la comunidad. Uno de esos caminos lleva a San Miguel, tierra de asentamiento histórico campesino en tiempos de Manuel Marulanda. El otro camino lleva a Marquetalia.

Durante muchos años La Isla fue la única entrada al territorio indígena y lugar de control del territorio por parte de los actores armados, que dividieron la población en dos actores: de un lado del río los indígenas y del otro lado los campesinos.

La comunidad indígena no transitaba por esas tierras desde el año 1996, pues el territorio estaba sometido al dominio de la guerrilla de las FARC. La comunidad recuerda la forma en que fueron confinados los primeros nasas en las refriegas de Marquetalia cuando vino, en 1964, el Ejército del presidente Valencia a quemar las casas.

Al hacer memoria y recorrer el territorio, los testimonios emergen: aquí los guerrilleros detuvieron por una noche a dos miembros de la comunidad; allá en ese hueco cayó un artefacto de las FARC tirado al Ejército, que estaba del lado de acá; ese es el camino que lleva al Cauca, a Tacueyó, a Santo Domingo –donde entregó las armas el M19- pero no se puede caminar porque los soldados acampan ahí y es peligroso transitar; allá a 10 metros de la escuela cayó un misil del ejército que estaba de entrenamiento en Santa María; más allá murieron 11 guerrilleros, se desprendieron los árboles y se incendió la montaña...

 Conclusiones y preguntas para el debate

Esperamos con este trabajo aportar a la comprensión de los procesos sociales en el territorio, que permitan diseñar propuestas para impulsar estrategias de comunicación que propendan por reconstruir los tejidos sociales de la comunidad de habitantes del sur del Tolima. Así mismo, el fortalecimiento del vínculo entre campesinos e indígenas, que comparten un territorio histórico que los puede enfrentar de nuevo si éste no es bien gestionado.

 Por tanto, podemos asegurar que:

  • Las dinámicas de la guerra afectaron profundamente la vida social de los indígenas y su relación con los campesinos en el sur del Tolima.
  • La población ha iniciado procesos de memoria que están en las manos de los productores de la memoria de la comunidad: se requieren mayores esfuerzos para apoyar los procesos de comunicación de la memoria, como lo plantea Kansteiner.
  • La comunicación de la memoria está amenazada, por la debilidad en la identidad cultural ancestral de la comunidad (pérdida de prácticas culturales que son en realidad prácticas de la memoria: conmemoraciones, actividades celebratorias, rituales interrumpidos por la guerra) Así, proponemos las siguientes preguntas abiertas para construir la memoria:

¿Qué versiones del pasado reciente se están construyendo en el sur del Tolima para el llamado posconflicto?

¿Borrarán los gobiernos locales todo el horror de los hechos cruentos que ayudaron a impulsar, en aras de una memoria llena de héroes uniformados blancos y de gloria militar?

¿Dónde dar cabida a la memoria silenciada de las viudas de la guerra, de los hijos de los exploradores nasa que volvieron e sus orígenes en un largo y cíclico retorno a sus ancestrales territorios?

¿Qué proyectos de futuro están construyendo los jóvenes indígenas y campesinos del sur del Tolima en medio de la des-memoria de su identidad cultural ocasionada por la guerra?

¿Cómo contamos la memoria del dolor de los miembros de la comunidad que aún esperan la reparación y el reconocimiento de sus víctimas?

Con los anteriores interrogantes, el presente trabajo deja un final abierto para continuar investigando un territorio histórico que necesita ser pensado desde la construcción de tejidos comunicativos que creen vínculos, solidaridad y convivencia pacífica, hacia el diseño de políticas culturales y comunicativas con enfoque diferencial en el contexto del posconflicto.

 

Arlovich Correa Manchola - Doctor en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Profesor Universidad del Tolima.

 

 

Las opiniones aquí expresadas son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan la posición de la Asociación Colombiana de Facultades de Humanidades y Ciencias Sociales, ni de su Consejo Directivo.