Tasajera 06/07/2020, día para la memoria

Por José Eduardo Lozano Jiménez, Decano de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, Universidad de la Costa, Barranquilla

Considero que como persona, como ciudadano y como psicólogo debo pronunciarme sobre temas tan relevantes como el que desde esta mañana está sucediendo en Tasajera. Aunque es un hecho puntual, claramente tiene raíces en el tiempo.

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Aunque no comparto que las personas roben o pretendan sacar provecho de situaciones como un accidente, pienso que sus actitudes -que los llevan a poner sus propias vidas en riesgo, y en ese sentido la de sus familias que en eco de las consecuencias resultan afectadas indirectamente- no nacen del puro azar, o por "maldad", o por pura "holgazanería", o por que les gusta "la vida fácil". Esta ´lógica´ absurda, me llevaría ineludiblemente a pensar que se "merecían" su mortal suerte, y no estoy de acuerdo. Considero que si bien hay responsabilidades individuales en cualquier acción, también hay responsabilidades históricas que llevan a la gente, por supervivencia y por facilismo, a buscar estas vías para solventar sus necesidades e intereses. Somos una sociedad desigual, que año tras año pasa por muchas "Tasajeras", con indiferencia. Esta y muchas poblaciones viven en el olvido y son marginadas por el Estado y la sociedad -de la que somos parte- en su conjunto. Viven en condiciones materiales, sociales y culturales en las que se gestan e instalan paradigmas que les permiten sobrevivir e "ir adelante". Hay condiciones estructurales de muchas formas de pobreza que los llevan a conductas que, en ocasiones, no son resilientes, ni sanas, ni legales; pero que emergen en un contexto de vulnerabilidad y sin ningún privilegio. A todos, como ciudadanos, nos asisten derechos y deberes y es fácil desde la esquina de quienes gozamos de los derechos pensar en lo obligante de los deberes; pero no creo que sea igual para quienes adolesciendo de los primeros probablemente no se sientan muy inclinados por los segundos. No lo justifico, pero vaya que sí lo comprendo y como sociedad, me siento corresponsable de habernos convertido en un sistema fracturado y enfermo. En un sistema que se permite incluso juzgar a otros, desde la comodidad de las necesidades básicas satisfechas.

Durkheim, como antecedente de los estudios sociales más contemporáneos, plantea que lo que el hombre es y hace es producto de los papeles sociales que tiene que asumir en la vida cotidiana ¿Qué vida tiene una persona en la cotidianidad que la lleva a asumir este rol de ´audaz colector de gasolina´? Si es que sabemos que suele haber una sumisión del individuo a la supremacía colectiva. De hecho, desde esa perspectiva, la vida individual tiene su origen en la vida colectiva. En ese sentido de acento grupalista, Dahrendorf plantea que lo que el hombre es y hace es producto de los patrones y modelos culturales de comportamiento. Finalmente somos hijos de nuestra cultura, forjados y marcados por las interacciones que reproducen modelos y aunque, naturalmente, la individualidad crítica tiene su espacio y derecho a ser, sabemos todos del peso del contexto y del sistema.  E incluso en la pura individualidad, que no puede ser concebida ajena a la vida colectiva, según Lazarus y Steinhal, la vida psíquica está regida entre otras cosas, por la costumbre. Lidner refuerza esta mirada cuando afirma que por encima del individuo está la sociedad; social y psicológicamente hablando. Sin embargo, cuando esa sociedad, cultura, costumbres y roles están fuera de ´orden´, del deber ser, emerge la anomía de la que bien habló George Herbert Mead. Una condición de inestabilidad social que genera desintegración de la consciencia, lo que se traduce, entre otras cosas, en criminalidad. Pero esta anomia para nosotros, es lo que para muchos es la normalidad de sus días en medio de contextos de supervivencia en los que la norma externa y supraordinada juega un papel secundario o casi nulo en cuanto no merece un asiento en una mesa de pobreza y desigualdad.

Y frente a la presunta ´irracionalidad´ que convoca a un individuo a arriesgar su vida, por una u otra motivación o interés, nos encontramos con la masa, de la que según Sighele, con pesimismo afirma es un terreno donde el microbio del mal se desarrolla muy fácilmente, mientras que el del bien muere casi siempre y en la que las buenas cualidades de los individuos en lugar de unirse desaparecen.

Esta ruta, inspirada en tradición grupal, la concluyo con Sheriff, quien señala que la situación grupal modifica la experiencia y la conducta de los individuos, y los lleva a actuar como miembro del grupo. Su conducta está determinada por su pertenencia. Y con esto no hago una defensa al espíritu del grupo que llevó a una conducta de riesgo, sino al sistema que genera estos paradigmas de pobreza, vulnerabilidad y necesidad.

Si bien no estamos ante individuos ´condenados´ a repetir modelos, ni sujetos pasivamente ante la dinámica del grupo, sí somos testigos de condiciones de supervivencia en las que el colectivo, unido en las desventajas y privaciones, juega un papel altamente determinante en cada uno de sus miembros. La posibilidad del cambio, a la que no renuncio, sigue siendo posible y el sujeto se puede reinventar, empoderar y recrear más allá del grupo; pero es claro que la falta de oportunidades y la perpetuación de condiciones de desventaja, no suelen estar asociadas con pronósticos optimistas.

Esta situación, en buena medida, es producto de lo que, apoyados en Max Neef, podemos considerar patologías sociales.

En fin, no es fácil ser testigo de situaciones como esta y mucho menos del dolor que subyace, en muchos sentidos, a quienes directa o indirectamente las padecen. Como tampoco es fácil ver el desdén con el que las ignoramos o con el que las banalizamos en juicios insensibles. Difícil es ver que las muchas Tasajeras se siguen perpetuando ante la mirada entre indiferente y complaciente de estructuras y modelos de país que, instalados, no se comprometen con el conjunto de la sociedad por promover condiciones de derecho. Y aún más difícil, es que sucede ante la mirada, con frecuencia mezquina e indolente, de las redes sociales que se han convertido en un tribunal público en el que priman posturas que, muchas veces inhumanas, generan división y desencuentro y no propuestas de integración y solidaridad.

Por último, una invitación desde la ética del cuidado. En ocasiones, cuando nos situamos en una orilla, sin ver más allá del mar de realidades que nos separa, podemos pensar en los derechos que nos asisten y en los deberes que asisten a los otros. A veces, quizá, podamos llegarnos a sentir demasiado buenos o justos, y quizá, a los demás, menos dignos de estas virtudes. En esa orilla, podríamos concurrir en un escenario en el que desconozcamos la dignidad del otro, así como su vulnerabilidad, y, por tanto, en un relacionamiento e intercambio social que no reconoce el valor del no-yo y por tanto la urgencia de construir “nosotros” desde la empatía y el cuidado recíproco. Un cuidado que reconoce al otro vulnerable, que, aunque tiene la potencia y la capacidad, carece de oportunidades; al otro que posiblemente ni si quiera se ha percatado del alcance de su propia vulnerabilidad. Es un llamado a la responsabilidad, en el sentido de ser responsivo ante los llamados de muchas ´Tasajeras´ que nos cuestionan y ante las que a veces estamos sordos, quizá no por indiferencia sino por las propias vulnerabilidades. Aún así, privilegiados, en medio de todo, tenemos el deber de responder. ¿Cómo? Buena pregunta de la que debemos dar cuenta desde el fondo de nuestra consciencia y de nuestro quehacer social.

Es un poco mi pensar, incluso mi sentir, desde la orilla de lo social que nos convoca. Me encantaría escuchar otras voces para enriquecer mi perspectiva.


José Eduardo Lozano Jiménez
Piscólogo, Especialista y Magister en Desarrollo Social
Magister en Ciencias Humanas y Sociales -Doctorando en Deporte y Salud
Decano Facultad Ciencias Humanas y Sociales Universidad de la Costa, Barranquilla
Miembro de la Asociación Colombiana de Facultades de Humanidades y Ciencias Sociales.
Magistrado Tribunal deontológico y bioético de Psicología – COLPSIC
Representante Campo Psicología Social, Ambiental y Comunitaria –COLPSIC